Paradójicamente, el oficio de corrector es el que menos se ve cuando existe y el que más se nota cuando no está. Es decir que desde su esencia es ingrato, porque es invisible...
De la Redacción de El Litoral
Para exaltar y agradecer la labor de todos los que diariamente cuidan el uso de nuestra lengua, la Fundación Litterae instituyó el 27 de octubre como Día del Corrector de Textos. La elección de esa fecha se debe al nacimiento del humanista holandés Desiderio Erasmo de Rotterdam (1467-1536), quien también se desempeñó como corrector.
Librepensador y académico de ideas independientes, de naturaleza inquieta y trashumante, entre 1506 y 1509 Erasmo vivió en Italia, trabajando en la editorial más importante de Venecia.
Erasmo analizó el núcleo esencial de los textos clásicos, modernizando sus contenidos e intentando aplicarlos a una humanización y liberalización de las ideas para que cualquiera pudiese penetrar en su significado, luchando contra el encorsetamiento ideológico de las instituciones intelectuales, políticas y sociales de su época, con resabios paralizantes del oscurantismo medieval.
Erasmo empezó a escribir relativamente tarde en su vida, porque consideraba que quien no sabe escribir bien, siempre se equivoca al expresarse o transmitir un mensaje. Por ello, se preocupó primero de convertirse en un verdadero maestro en el uso estilístico y narrativo del lenguaje.
La popularidad de sus obras, traducidas del latín a las lenguas vulgares, se debe al hecho de estar escritas en un estilo simple y directo, que puso los más complejos problemas teológicos al alcance de todos los lectores, universalizando y haciendo accesibles numerosas cuestiones que hasta ese momento habían sido resortes exclusivos de una reducida elite. En síntesis, le cabe a Erasmo el invalorable rol de haber democratizado la cultura a partir del lenguaje.